Ingredientes:
-Garbanzos
-Collejas
-Bacalao desalado
-Una cebolla
-Una cabeza de ajos
-Un tomate maduro
-Pimentón de La Vera
-Una pizca de cominos
-Un poquito de perejil
-Una rebanada de pan tostado.
-Unas hebras de azafran
-Aceite de oliva virgen extra de la Sierra de Segura
Y al lío,
De procurarnos las collejas se ocupó la gran Araceli,
a sus 87 años y con un incipiente deterioro cognitivo
aún mantiene intacta la ilusión por buscar este exquisito
manjar silvestre.
Ella las encontró y se empeñó en cogerlas con sus manos.
Hace unos años le comenté la posibilidad de sembrar collejas y al tiempo me dio una bolsita con tierra y simiente de collejas que ella se había ocupado de coger en el momento justo. Me dijo: "toma y la siembras, y sentenció, y si la tierra la quiere..." Poesía pura. La tierra la quiso y aquella simiente nos dio excelentes collejas en un rincón de nuestro modesto hortalillo.
Estas son silvestres, recogidas en la tarde del jueves santo
durante un agradable paseo entre chorrá y chorrá de lluvia
junto a la Fuente de los perritos.
Cocer los garbanzos cubiertos de agua con un pimiento rojo seco
y una hoja de laurel
Hacer un sofrito, soporte espiritual de todo guiso, con la cebolla a la que añadimos el pimentón una vez dorada y en seguida el tomate rallado.
Hacer un majado con la rebanada de pan tostado, los ajos asados, los cominos, el perejil, el azafrán y la carne del pimiento que habíamos echado junto a los garbanzos.
Aquí radica gran parte del éxito de este plato.
Añadir esta pasta a la olla de los garbanzos.
Cuando los garbanzos estén cocidos, añadir las collejas y después, el bacalao desmigado.
Y así quedó este contundente y delicado plato.
Dos de los comensales prefirieron añadirle panecillos.
Y así pasamos el viernes santo. Después dimos una vuelta con mi amigo Juanjo, el gran Arsenio, y familia por el pantano del Tranco. Ni los más viejos del lugar lo habían visto tan rebosante de agua clara.
Y un cafelito en Hornos para templar los cuerpos.